El prolongado y pesado silencio que se produjo en la sala fue la
primera señal del impacto que produjeron ayer las inéditas y
entrecortadas palabras del ex dictador Augusto Pinochet en las
1.500 personas que celebraban su octogésimo quinto cumpleaños en un
lujoso centro de eventos de la capital chilena.
Por primera vez en 27 años, desde que liderara el golpe de
Estado que terminó con el Gobierno y la vida del socialista
Salvador Allende, el ahora anciano militar reconocía su
responsabilidad como ex jefe de Estado en «todos los hechos que
dicen haber cometido el Ejército y las Fuerzas Armadas». Ninguno de
sus partidarios, familiares y ex colaboradores esperaba ver lo que
mostró el vídeo de cuatro minutos en el cual Pinochet saludó a
quienes no pudo acompañar en la fiesta por razones de salud: su
evidente deterioro físico y mental y el 'mea culpa'.
Con evidentes dificultades para articular frases hiladas,
vestido con traje y corbata, sentado pero apoyado en su bastón y al
lado de una mesa adornada con un crucifijo, la bandera de Chile y
una antigua foto de su esposa, el ex dictador rompió su silencio y,
por primera vez, habló de lo que fue su detención de 503 días en
Londres y, lo más importante, declaró que, como ex jefe de Estado,
se hacía responsable de las actuaciones de las fuerzas militares
durante su Gobierno.
«Quiero manifestarles que en esta larga vida he tenido que
padecer mucho al final de ella. Fue así cuando viajé a Londres y
fui sorprendido por un grupo policial enviado por el señor (el juez
español) Baltasar Garzón, que pedía mi detención en Inglaterra para
extraditarme después a España», afirmaba en su discurso de cuatro
minutos "el que, según trascendió, debió ser grabado al menos tres
veces por la dificultad de Pinochet para expresarse con
claridad.
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