Arafat, quien no es conocido por tomar decisiones rápidas, continúa
estudiando con sus asesores y otros dirigentes árabes los detalles
a la propuesta que recibió el pasado día 23, y de su respuesta
puede depender el futuro. «Hemos oído a los israelíes, seguimos
esperando la respuesta de los palestinos», declaró ayer el portavoz
de la Casa Blanca, Jake Siewert.
Las ideas que Clinton presentó incluyen la soberanía palestina
en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, mientras que Israel
la tendría sobre el subsuelo de ese lugar, donde los judíos creen
que están las ruinas del Templo de Salomón, el lugar más sagrado de
su religión. A cambio, los casi cuatro millones de refugiados
palestinos que huyeron de Israel no podrían volver, salvo en
algunos casos de reunificación familiar, y tendrían que asentarse
definitivamente en los países en que se encuentran. Los asesores de
Clinton reconocen que Arafat afronta una situación interna muy
difícil, ya que está atenazado entre los radicales que no quieren
ninguna cesión y la posibilidad de que éste sea el mejor acuerdo
que puede lograr.
No sólo contra la indecisión de Arafat lucha contra la Casa
Blanca, sino también contra el tiempo. En primer lugar porque el
próximo 20 de enero Clinton dejará la Presidencia, pero también
porque cree que las posibilidades de que el primer ministro en
funciones israelí, Ehud Barak, gane las elecciones legislativas del
6 de febrero son casi nulas, si no hay un acuerdo de paz. EE UU no
sabe cómo la incierta situación interna en Israel puede influir en
Arafat, ya que el dirigente palestino se debate entre aprobar un
acuerdo que ve como incompleto -y cuya aceptación puede minar aún
más su debilitado liderazgo- o desaprovechar la ocasión más clara
que ha tenido de lograr un Estado palestino y recuperar parte del
territorio de Jerusalén.
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