Grupos radicales palestinos protestaron ayer en Nablús por el posible acuerdo de paz.

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RAFAEL CAÑAS - WASHINGTON Arafat, quien no es conocido por tomar decisiones rápidas, continúa estudiando con sus asesores y otros dirigentes árabes los detalles a la propuesta que recibió el pasado día 23, y de su respuesta puede depender el futuro. «Hemos oído a los israelíes, seguimos esperando la respuesta de los palestinos», declaró ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jake Siewert.

Las ideas que Clinton presentó incluyen la soberanía palestina en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, mientras que Israel la tendría sobre el subsuelo de ese lugar, donde los judíos creen que están las ruinas del Templo de Salomón, el lugar más sagrado de su religión. A cambio, los casi cuatro millones de refugiados palestinos que huyeron de Israel no podrían volver, salvo en algunos casos de reunificación familiar, y tendrían que asentarse definitivamente en los países en que se encuentran. Los asesores de Clinton reconocen que Arafat afronta una situación interna muy difícil, ya que está atenazado entre los radicales que no quieren ninguna cesión y la posibilidad de que éste sea el mejor acuerdo que puede lograr.

No sólo contra la indecisión de Arafat lucha contra la Casa Blanca, sino también contra el tiempo. En primer lugar porque el próximo 20 de enero Clinton dejará la Presidencia, pero también porque cree que las posibilidades de que el primer ministro en funciones israelí, Ehud Barak, gane las elecciones legislativas del 6 de febrero son casi nulas, si no hay un acuerdo de paz. EE UU no sabe cómo la incierta situación interna en Israel puede influir en Arafat, ya que el dirigente palestino se debate entre aprobar un acuerdo que ve como incompleto -y cuya aceptación puede minar aún más su debilitado liderazgo- o desaprovechar la ocasión más clara que ha tenido de lograr un Estado palestino y recuperar parte del territorio de Jerusalén.