Apenas horas después de que fuentes oficiales de Zimbabue -un firme
aliado de la República Democrática del Congo- confirmaran las
múltiples versiones sobre el fallecimiento de Kabila, el embajador
congoleño en ese país aseguraba que éste no ha muerto, lo que
volvió a desatar la incertidumbre sobre la suerte del mandatario.
Según el diplomático, Kikaya Bin Karubi, Laurent Kabila se
encontraría en la capital de Zimbabue, Harare, «en estado crítico,
pero todavía con vida», en una declaración que desmentía al propio
ministro de Defensa de ese país, Moven Mahachi, quien poco antes
había afirmado que «el presidente congoleño está muerto». El
ministro zimbabuo hizo su manifestación después de que la agencia
oficial de Harare, ZIANA, informara de que Kabila había expirado en
el avión que le trasladaba hasta esa capital, para ser atendido de
las heridas de bala que había sufrido en el atentado de que ayer
fue objeto en Kinshasa.
Ambas versiones contradictorias se han venido a sumar a la
confusión creada por el mutismo que reina en medios gubernamentales
de la capital congoleña desde que portavoces oficiales anunciaran a
primera hora de la tarde de ayer que Kabila había sido trasladado a
Harare para recibir asistencia médica. El posterior anuncio oficial
zimbabuo del fallecimiento de Kabila no ha tenido hasta ahora
ningún eco en Kinshasa cuando en medios diplomáticos se esperaba
que provocaría declaraciones oficiales de luto y pesar.
Lo único que parece absolutamente cierto es que las autoridades
congoleñas ya han llenado el vacío de poder que había dejado la
desaparición o la inhabilitación física de Laurent Kabila, que ha
sido sustituido como líder congoleño por su propio hijo. Joseph
Kabila, de 29 años, se convertía al mediodía en el sucesor político
de su padre, al ser nombrado «primer ministro» -lo que equivale a
considerarle como el nuevo hombre fuerte del país por el Gobierno
congoleño en una reunión de emergencia.
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