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El primer ministro francés, el socialista Lionel Jospin, ha entrado esta semana en el último año de su mandato acechado por un panorama social revuelto y por su pasado trotskista, que hasta ayer había negado. «Es verdad que en los años 60 me interesé por las ideas trotskistas y tuve relaciones con una formación política de ese movimiento», la Organización Comunista Internacionalista (OCI), reconoció ayer Jospin, al ser preguntado en la sesión de control parlamentario al Gobierno de los martes.

Se trata de la primera vez que Jospin, con ambiciones presidenciales en 2002, reconoce su pasado revolucionario, del que asegura no ruborizarse, ya que se trata de un «itinerario personal, intelectual y político», que contribuyó a su formación, según aseguró. Cuando a mediados de los años 90 surgieron los primeros rumores, Jospin zanjó que «nunca he sido trotskista» y achacó esas habladurías a una «confusión con mi hermano Olivier».

El primer ministro apostilló ayer que «lo importante» es lo que ha hecho desde hace cuatro años, cuando llegó al Gobierno, y retó a todos a «decir su verdad en todos los temas». Un aniversario que festejó el pasado sábado con la máxima discreción y con la vista puesta en el Elíseo, de donde pretende desalojar al actual presidente, el neogaullista Jacques Chirac.

El partido al que estuvo afiliado fue la OCI, el movimiento trotskista más importante de la época, con el que, según el vespertino «Le Monde», Jospin se relacionó desde principios de la década de los 60 hasta principios de los 70. Tras entrar en el Partido Socialista (PS) en 1971, el actual primer ministro francés siguió manteniendo contacto con miembros del OCI, que fue cortando progresivamente hasta poner fin a los mismos en 1987.