Los japoneses conmemoraron ayer el LVI Aniversario del armisticio
que marcó su derrota en la Segunda Guerra Mundial en medio de un
renacer de los valores nacionalistas propiciado por el primer
ministro japonés, Junichiro Koizumi. El anuncio de la rendición
incondicional, en una guerra que costó casi tres millones de vidas
en Japón y otros 20 millones en el resto de Asia, según algunos
historiadores, lo hizo a través de la radio por el emperador
Hirohito hace 56 años, cuando los súbditos escuchaban por primera
vez la voz de un monarca considerado hasta ese día descendiente de
los dioses.
Su heredero, el emperador Akihito, presidió ayer la ceremonia
que reunió a veteranos de guerra, familiares de caídos en combate y
miembros del Gobierno. En el acto, que tiene lugar anualmente en el
Nippon Budokan, un coliseo de artes marciales situado en el centro
de Tokio, el primer ministro Koizumi manifestó su «profundo
remordimiento» por la agresión militar a Asia y extendió las
condolencias a las víctimas de otros países.
Las disculpas oficiales de Japón a Asia son de rigor en este día
pero no comenzaron hasta 1995, por iniciativa del primer ministro
socialista Tomiichi Murayama. Cientos de simpatizantes
nacionalistas y de izquierda protagonizaron enfrentamientos
verbales e incluso riñas a puñetazos en un parque contiguo al
Budokan, donde está el templo de Yasukuni, santuario sintoísta que
rinde homenaje a los soldados japoneses caídos en las guerras en
las que participó Japón desde el siglo XIX.
El mausoleo de Yasukuni incluye desde 1978 a criminales de
guerra como Hideki Tojo, primer ministro durante el conflicto del
Pacífico, que junto a otros trece condenados por el Tribunal
Internacional de Tokio son recordados allí. Los países víctimas de
la invasión colonial nipona consideran que las visitas oficiales de
los primeros ministros japoneses al santuario de Yasukuni
rehabilitan a los criminales de guerra sepultados allí y condonan
sus gestas bélicas. La única visita oficial de un mandatario
japonés a Yasukuni, realizada por Yasuhiro Nakasone en 1985,
provocó fuertes roces diplomáticos con China y Corea del Sur, tras
lo que se anularon posteriores homenajes gubernamentales en ese
santuario.
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