La magnitud de la masacre volvió a impactar en el pueblo israelí.

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PATRICIA SALAS-JERUSALÉN El autobús hacía su trayecto desde el asentamiento de Gilo, en las cercanías de Belén, a la estación central de autobuses de Jerusalén en la hora punta, cuando se paró ante un semáforo, momento en que el activista detonó la bomba que llevaba consigo. La explosión reventó el autobús, arrancó de cuajo el techo y los laterales y lo dejó hecho un amasijo de hierros en medio de una carretera con dos carriles en cada dirección.

El suicida era un joven de 22 años, Mohammed Haza el Rol, estudiante en la Universidad Beir Zeit y procedente del campo de refugiados de Al Faraa, cerca de la ciudad cisjordana de Nablús, según han informado los Batallones de Azedín al Kasem, el brazo armado del Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamás), que han reivindicado el atentado.

Se da la circunstancia de que Jerusalén se encuentra en estado de alerta desde el lunes a media tarde debido a que la Policía tenía sospechas fundadas de un intento de atentado suicida. Por ello, se bloquearon algunas carreteras y calles principales y se sometió a cacheos a todo aquél que intentase entrar en la ciudad. Además, varios helicópteros Apache sobrevolaron Jerusalén.

En opinión de muchos analistas, el atentado ha hecho volar por los aires la posibilidad de la creación de un Estado Palestino provisional, justo cuando hoy el presidente estadounidense, George W. Bush, tenía intención de hacer pública su propuesta para la creación de un Estado palestino provisional.

El negociador en jefe palestino y miembro del gabinete del presidente Yaser Arafat, Saeb Erekat, condenó el atentado y añadió que los palestinos no aceptarán que Israel les acuse de ser los instigadores de los atentados. Con ello, Erekat respondió al portavoz del primer ministro Ariel Sharon, David Baker, que acusó a la Autoridad Nacional Palestina de instigar el terror y seguir exportándolo a Israel.