El Ejecutivo del primer ministro israelí, Ariel Sharon, parece
tener los días contados tras la condición de elecciones anticipadas
que Benjamín Netanyahu le ha puesto a cambio de incorporarse a su
Gobierno como ministro de Exteriores.
Netanyahu, que sorprendió a la opinión pública local al aceptar
ese cargo en principio, podría convertirse así en el verdugo de su
correligionario, a quien disputa la jefatura del bloque
nacionalista Likud y con ello la candidatura a primer ministro en
las próximas elecciones generales, previstas por ley para octubre
de 2003. «No es posible salvar el mercado israelí y sacar a la
economía (de esta grave crisis) sin unas nuevas elecciones en las
que el Likud duplique su fuerza (parlamentaria) y se vea liberado
de las extorsiones políticas (de los partidos pequeños)», decía el
comunicado que la oficina de Netanyahu difundió tras la reunión
entre ambos.
Era la segunda entrevista que Sharon y Netanyahu, acérrimos
rivales políticos, celebraban en las últimas 48 horas, pero no la
última. El primer ministro israelí aún no ha respondido a esa
exigencia de Netanyahu -quien fue jefe de Gobierno entre 1996 y
1999-, así como tampoco a la de que ambos hagan un anuncio público
en el sentido de que continuarán colaborando estrechamente tras las
elecciones internas en el Likud.
Esa condición es reflejo del temor de Netanyahu a que sus
posibilidades de éxito en las primarias del Likud se vean mermadas
por ayudar a salvar el Ejecutivo de Sharon, o a que este último le
arrastre durante todo un año -hasta la fecha prevista para las
elecciones generales-, a fin de erosionar la ventaja que ahora le
saca en las encuestas.
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