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El parón del empuje estadounidense hacia Bagdad ante la inesperada resistencia iraquí ha motivado el envío de más soldados, lo que arroja dudas sobre el plan inicial del Pentágono de lanzar un ataque audaz con una fuerza reducida. Tras una semana de guerra y a pesar del rápido avance de las columnas de la 3ª División, el régimen de Sadam Husein no se ha derrumbado, y los responsables militares estadounidenses reconocen que, a pesar de la fuerte diferencia de medios materiales, la resistencia iraquí es mucho más fuerte de lo esperado.

El Pentágono ha anunciado el envío de hasta 120.000 soldados más, que atacarán a Irak por varios puntos, mientras los expertos comienzan a temer que la guerra dure varios meses. Por ello, el propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ha tenido que salir al paso y asegurar que los planes no incluyeron un número demasiado bajo de tropas en la primera fase del ataque.

El plan «es bueno y se está aplicando según lo previsto», afirmó Rumsfeld en unas breves declaraciones en el Congreso, en las que aseguró que «tenemos suficientes fuerzas en el camino». EEUU tiene en estos momentos unos 75.000 soldados en territorio iraquí, una fuerza que se irá incrementando a razón de «1.000, 2.000 o 3.000 soldados al día», según el jefe del Pentágono, quien aseguró que «el flujo de fuerzas fue decidido hace muchas, muchas semanas», y no va marcado por el aumento de la resistencia iraquí.

Sin embargo, los anuncios de nuevas tropas llegaron después de que militares retirados, legisladores y analistas comenzaron a criticar el nivel de tropas estadounidenses en Irak. El plan inicial del Pentágono preveía atacar Bagdad con dos divisiones de infantería: desde Turquía la 4 y la 3 desde Kuwait, de donde también partirían unidades de infantería de Marina y la 101 División Aerotransportada, que aún no han combatido. Los primeros tres días de ofensiva arrojaron un avance arrollador, pero a partir del domingo pasado la resistencia se endureció y pasó a ser encarnizada.