La Comisión de la Unión Europea minimizó ayer el impacto del
rechazo de Suecia al euro, pero no pudo ocultar su inquietud ante
el futuro debido a lo que se interpreta como un nuevo castigo de la
opinión pública a la causa europea.
Sólo el abrumador «sí» a Europa de un estado joven como Estonia,
que pasaba por euroescéptico entre los candidatos a la adhesión,
mitigó en parte la profunda decepción que sintieron los
responsables comunitarios cuando se confirmó el abultado rechazo
sueco (56,1% en contra) a la joven divisa.
Portavoces del Ejecutivo europeo advertían ayer contra la
tentación de hacer «extrapolaciones fáciles» de lo ocurrido en
Suecia, uno de los estados miembros más prósperos de la Unión y
tradicionalmente más refractarios a la idea europea.
Bruselas tampoco admite que la reciente polémica surgida dentro
de la Eurozona a raíz del incumplimiento de las normas de
disciplina fiscal por parte de los más «grandes», especialmente
Francia, haya podido minar las posibilidades del «sí».
Pero lo cierto es que el fracaso de la consulta en Suecia, tres
años después del «no» de Dinamarca al euro, aleja la perspectiva de
que el tercer socio ausente de la unión monetaria -el Reino Unido-,
cuya relevancia para la divisa europea sería mucho más
trascendental, fije pronto la fecha de su propio referéndum. En
este sentido, Londres aseguró ayer que no cambiará los planes y se
convocará el referéndum cuando se den las condiciones
oportunas.
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