Un chico traslada a un niño herido en el atentado contra la sede en Bagdad del principal grupo chií en el que resultó muerta una persona.

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El intento de asesinato del administrador civil Paul Bremer y el descubrimiento de que Sadam Husein tenía agentes infiltrados en las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes muestran a Washington lo complicado que seguirá siendo su presencia militar en Irak pese a la captura de su ex presidente.

Los atentados afectan también a los cargos más altos: el jefe de la administración provisional estadounidense en Irak, Paul Bremer, admitió ayer que logró escapar de un atentado hace dos semanas, cuando los guerrilleros iraquíes atacaron el convoy en el que viajaba en las afueras de Bagdad.

La violencia en general sigue vigente, además, como lo demuestra el estallido ayer de una bomba en una mezquita de Bagdad en el que murió una persona y varias quedaron heridas.

El principal grupo chií en Irak sufrió también un nuevo ataque en Bagdad. Al menos una mujer murió y otras seis personas resultaron heridas por una explosión registrada en un edificio perteneciente al Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Irak (CSRII).

Bremer confirmó el episodio, mantenido en secreto hasta ahora. «Sí, eso es verdad, pero afortunadamente aún estoy vivo y aquí estoy enfrente de vosotros», declaró Bremer en respuesta a una pregunta de los periodistas.

El incidente se produjo el pasado día 6, el mismo día que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, visitaba el país. Según explicó un portavoz de la CPA, Bremer se trasladaba en un vehículo blindado en las cercanías del aeropuerto de Bagdad cuando estalló una bomba y los insurgentes comenzaron a disparar con armas ligeras, aunque el ataque no tenía como objetivo específico a Bremer, quien pasaba por allí casi de casualidad.