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MACARENA VIDAL-WASHINGTON
La CIA estadounidense sobrevaloró la amenaza que representaba Irak, se dejó llevar por sus prejuicios, no apoyó sus conclusiones con datos reales y careció de contactos fiables en el interior del país árabe. Estas son algunas de las conclusiones del demoledor informe que presentó ayer el Comité de Inteligencia del Senado sobre el papel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el proceso que condujo a la guerra contra Irak, en el que los servicios secretos reciben un gravísimo varapalo.

En cambio, sí determina que las conclusiones presentadas por los servicios secretos en octubre de 2002 sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak «sobrevaloraron o no se vieron apoyadas» por los datos recolectados. «Una serie de fallos, en concreto en lo que concierne al análisis de datos, llevó a la mala interpretación de los datos», expone el documento de más de 500 páginas.

«Los legisladores, el presidente y el público basaron su apoyo a la guerra en los informes de inteligencia. Y esa información estaba equivocada», afirmó el presidente del comité, el republicano Pat Roberts. Si el Congreso hubiera conocido en su día de los errores en los informes de la CIA, habría votado de muy distinta manera en octubre de 2002, cuando se pronunció a favor de la guerra, según el vicepresidente del comité, el demócrata Jay Rockefeller.

Pero el comité exculpa al presidente de EEUU, George W. Bush, y a su Administración de haber presionado a la agencia para que corroborara una serie de conclusiones establecidas de antemano. «El comité no encontró ninguna prueba de que funcionarios de la Administración intentaran coaccionar, influir o presionar para que modificaran las conclusiones» acerca de las supuestas armas prohibidas en Irak.