En cambio, sí determina que las conclusiones presentadas por los
servicios secretos en octubre de 2002 sobre la existencia de armas
de destrucción masiva en Irak «sobrevaloraron o no se vieron
apoyadas» por los datos recolectados. «Una serie de fallos, en
concreto en lo que concierne al análisis de datos, llevó a la mala
interpretación de los datos», expone el documento de más de 500
páginas.
«Los legisladores, el presidente y el público basaron su apoyo a
la guerra en los informes de inteligencia. Y esa información estaba
equivocada», afirmó el presidente del comité, el republicano Pat
Roberts. Si el Congreso hubiera conocido en su día de los errores
en los informes de la CIA, habría votado de muy distinta manera en
octubre de 2002, cuando se pronunció a favor de la guerra, según el
vicepresidente del comité, el demócrata Jay Rockefeller.
Pero el comité exculpa al presidente de EEUU, George W. Bush, y
a su Administración de haber presionado a la agencia para que
corroborara una serie de conclusiones establecidas de antemano. «El
comité no encontró ninguna prueba de que funcionarios de la
Administración intentaran coaccionar, influir o presionar para que
modificaran las conclusiones» acerca de las supuestas armas
prohibidas en Irak.
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