El objetivo del atentado era un puesto de control en el que había estacionados cinco vehículos policiales iraquíes.

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Según portavoces militares estadounidenses, los ataques sobre Ramadi y Faluya tuvieron la noche del jueves como objetivo edificios donde se escondían terroristas árabes llegados del extranjero, en tanto que el atentado de ayer volvió a ensangrentar un nuevo viernes santo islámico en esta capital.

El Ejército de EE UU afirmó en un comunicado que su aviación había realizado un «ataque de precisión y destruido un conocido refugio de terroristas del grupo de Abu Musab al Zarqaui», en referencia a los ataques de Ramadi y Faluya.

Los bombardeos sobre esas dos ciudades del triángulo suní -escenario de la mayor parte de los ataques de los insurgentes de esa comunidad- parecen forma parte de la campaña desplegada por las fuerzas norteamericanas para desactivar los grupos internacionalistas musulmanes implantados en el país.

Tanto Faluya como Ramadi figuran entre los principales feudos de los insurrectos suníes y podrían albergar al considerado jefe de las operaciones armadas de Al Qaeda en Irak, el terrorista jordano Abu Musaba Al Zarqaui, y a buen número de sus acólitos foráneos.

Y en un esfuerzo por aparentar un control absoluto del Gobierno provisional iraquí sobre la escena política, los militares estadounidenses precisaron por primera vez que los bombardeos se realizaron «con la autorización del primer ministro (Iyad) Alaui».

Horas después, al menos trece personas murieron y más da una veintena resultaron heridas por un ataque suicida registrado a media mañana en pleno centro de Bagdad.

El atentado se produjo por medio de un coche bomba manejado por un conductor que se inmoló en la explosión, que se produjo a la altura de la plaza Al Rasafi, en las cercanías de un mercado popular muy frecuentado a esa hora por el carácter festivo de la jornada.