La oleada de intolerancia empezó la semana pasada con el asesinato
a tiros y acuchillamiento del cineasta holandés Theo van Gogh de
manos de un islamista musulmán radical, que respondió con sangre a
las críticas abiertas del director de cine contra el
fundamentalismo islámico.
La consecuencia de la respuesta de las autoridades se vio ayer
en forma de una amplia operación antiterrorista en un barrio
periférico de La Haya, que mantuvo en vilo al país durante todo el
día.
La operación fue ordenada por la Fiscalía General de Estado, que
la enmarcó en una investigación contra el terrorismo islámico y que
sobre las 17.00 horas (16.00 GMT) finalizó con la detención de dos
personas que habían estado atrincheradas desde la madrugada en su
apartamento. Durante la madrugada, tres policías intentaron
sorprender a los sospechosos mientras dormían, y estos lanzaron
después una granada de mano que causó heridas a varios agentes, que
tuvieron que ser hospitalizados.
En la operación se evacuó a los vecinos de las casas y calles
colindantes con el edificio donde estaban los sospechosos y en ella
participaron unidades de la policía militar, unidades especiales
antiterroristas y francotiradores, ya que se temía que los
sospechosos volaran el edificio con explosivos.
El Gobierno ordenó además cerrar el espacio aéreo sobre la
ciudad durante varias horas.
Holanda anunció después de ese asesinato que reforzaría su
espionaje y que iniciaría nuevas investigaciones contra células de
presuntos terroristas islámicos.
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