Según los «vaticanistas», después de más de 26 años de «Papado», la
Iglesia necesita un Pontífice de «transición», es decir, «un
anciano», con más de 70 años, para que su pontificado no se
eternice y prepare el camino a otro que de el giro «progresista»
que necesita la Iglesia.
La opinión pública ha comenzado a preguntarse quién puede ser su
sucesor y a escrutar el Colegio Cardenalicio, el llamado «club más
selecto del mundo», al que actualmente pertenecen 184 cardenales
provenientes de todo el mundo, uno de los cuales será el sucesor de
Karol Wojtyla. De estos cardenales, uno es «in pectore» y su nombre
se desconoce.
De estos 184, el número de cardenales electores -es decir, los
que podrán elegir Papa en el próximo cónclave- es de 117, por tener
menos de 80 años. Los octogenarios no podrán entrar en la Capilla
Sixtina para elegir al futuro Pontífice, pero sí pueden ser
elegidos. La mayor parte de los 117 electores fueron nombrados por
Juan Pablo II, por lo que los expertos vaticanos aseguran que el
futuro Papa será un hombre la misma línea conservadora que
Wojtyla.
El extenso pontificado de Juan Pablo II, 26 años y cinco meses y
medio, ha dejado «fuera de juego» a un importante número de
cardenales «papables» y los expertos en el Vaticano están divididos
sobre qué es lo que más interesa a la Iglesia, si un Papa «joven» o
un «anciano».
Por «joven» hay que tener en cuenta lo que puede ser una persona
que, como poco, tiene 53 años, que es la edad del purpurado más
joven (el húngaro Peter Erdo). Por «anciano» se entiende a un
septuagenario en adelante.
Los defensores de esta idea van aún más lejos e insisten en que
el próximo Papa debe ser de nuevo italiano, convencidos de que
éstos disponen de la diplomacia, el tacto y el diálogo necesarios
para guiar a la Iglesia en estos primeros años del tercer
milenio.
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