Otros conductores que iban solos recogieron en las paradas de
autobuses a extraños para poder acceder a la isla en coche, como le
ocurrió a Mónica, una joven puertorriqueña que fue recogida, con su
marido, por una desconocida en Nueva Jersey, antes de entrar en el
Túnel Lincoln, según relató. «No te estoy haciendo un favor a ti,
me lo estás haciendo tú a mí», le dijo la conductora al invitarla a
entrar en su coche, pues de otra manera no hubiera podido acceder
libremente a Manhattan. Pero muchos neoyorquinos tomaron la vía más
segura para llegar a la ciudad, y como ocurrió en la huelga de
abril de 1980, se han calzado las zapatillas deportivas y se han
echado a andar a través de los puentes para llegar a sus puestos de
trabajo.
Esta huelga, la primera que vive la ciudad desde 1980, ha dejado
sin su medio de transporte habitual a siete millones de residentes,
que ayer tuvieron que madrugar más de lo normal para buscar, con
ingenio, la mejor manera para llegar a su puesto de trabajo sin
grandes demoras. Muchos se organizaron en coches, ya que el
ayuntamiento, en un elaborado plan de contingencia, prohibe entrar
en Manhattan a ningún vehículo que no esté ocupado por, al menos,
cuatro viajeros.
Este fue el caso, por ejemplo, de Germán, un portero de un
bloque de apartamentos del Upper West Side que anduvo durante una
hora y media, con temperaturas bajo cero, para llegar al trabajo
desde su casa en Queens.
Su iniciativa fue imitada por decena de miles de personas, entre
ellas el propio alcalde de la ciudad, el republicano Michael
Bloomberg, que convocó a las televisiones a las siete de la mañana
en el puente de Brooklyn para mostrar cómo iba a llegar
andando.
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