Esta resolución, además de embargar material específico y tecnología que pudiera emplearse para el desarrollo de los programas nuclear y de misiles, también impone la congelación de los activos de determinadas empresas e individuos implicados en los programas iraníes nuclear y de misiles.
El Consejo de Seguridad fue unánime ante Irán y advirtió que de no desistir, podría adoptar más medidas. De no cumplir con la resolución, la ONU informó a Irán de que el Consejo de Seguridad podría adoptar más sanciones no militares.
Hasta el último momento no se supo si los 15 miembros del Consejo de Seguridad apoyarían la resolución, ya que Rusia y China, ambos con poder de veto, tienen importantes lazos comerciales con Teherán y se mostraron a favor de una imposición progresiva de sanciones. Además, Qatar, miembro no permanente, apoyaba el uso pacífico de la energía nuclear por parte de Irán. Por el contrario, EEUU encabezaba el grupo de países que pedían duras sanciones contra la República Islámica y Francia y Reino Unido apoyaban tímidamente las tesis de Washington.
Finalmente se consiguió el visto bueno de Moscú y Beijing con una nueva versión de la resolución. El embajador ruso ante la ONU, Vitaly Churkin, explicó que su país votó sí para enviar «un mensaje serio» a Irán y «despejar las preocupaciones sobre su programa nuclear». El embajador de Qatar ante la ONU, Nassir al Nassir, el único representante de un país árabe con asiento no permanente en el máximo órgano de decisión de Naciones Unidas, fue el último en dar su apoyo a la resolución y explicó que votaría sí «porque estamos preocupados por la seguridad de las instalaciones nucleares iraníes».
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