El presidente estadounidense, ayer durante su solemne comparecencia ante los medios en la Casa Blanca. Foto: KRISTOFFER TRIPPLAAR/EFE

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EFE-WASHINGTON

El presidente de EEUU, George W. Bush, los candidatos presidenciales y los líderes del Congreso mantuvieron ayer una intensa ronda de contactos para tratar de salvar el plan de rescate financiero rechazado por la Cámara de Representantes. Con el gesto solemne, Bush compareció por segundo día consecutivo para asegurar a los «ciudadanos en todo el mundo» que la derrota del plan de rescate «no es el final del proceso legislativo».

Sin embargo, instó al Congreso a alcanzar un acuerdo porque «estamos en un momento crítico para nuestra economía» que requiere una actuación «urgente» porque «si no actuamos ahora, la situación empeorará día a día».

El fracaso del proyecto provocó el desplome de los mercados internacionales. La Bolsa de Nueva York registró el lunes su peor caída por puntos de la historia.

El proyecto de ley está valorado en 700.000 millones de dólares (497.000 millones de euros), una cantidad que ha asustado a muchos contribuyentes, pero el presidente declaró que esa cantidad queda pequeña frente al billón de dólares (700.000 millones de euros) que se perdió en Bolsa.

Bush dialogó ayer con los dos candidatos presidenciales, el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain, y ambos aspirantes se mostraron de acuerdo en que «hay que atajar este asunto fundamental». Por su parte, los líderes del Congreso continúan sus contactos para tratar de persuadir a los legisladores de encontrar una solución.

En un discurso ante el Senado, el líder de la mayoría demócrata, Harry Reid, afirmó que es necesario «dejar a un lado los reproches y avanzar en lo que es necesario para nuestro país», mientras que el líder de la minoría republicana, Mitch McConnell, aseguró que «resolveremos el asunto esta misma semana».

Las partes se juegan mucho, y lo saben. Del plan de rescate depende la salud del sistema financiero, pero también el prestigio de cada parte implicada en las negociaciones. Bush, que pensó que su legado estaría dominado por la guerra en Irak, ha visto cómo la economía le estalla en las manos a cuatro meses antes de dejar la Presidencia.

El mandatario se encuentra lastrado en su capacidad de influencia por su escasa popularidad y el poco tiempo que le queda. Lograr que se resuelva la crisis le permitiría recuperar algo de prestigio y salvar su legado.

Los candidatos, por su parte, se juegan la elección presidencial. Ambos han multiplicado sus declaraciones sobre la crisis para tratar de convencer a los votantes de que son la persona idónea para abordar el problema.