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AGENCIAS-N.YORK/WASHINGTON Barack Obama se ha convertido en el primer negro en llegar a la Presidencia de Estados Unidos, haciendo realidad el sueño americano, un hito largamente anhelado por los 35 millones de afroamericanos del país.

Al cumplirse el 40 aniversario del asesinato de Martin Luther King, el senador de Illinois colmó el sueño del reverendo, que desencadenó la lucha por los derechos civiles con sus aspiraciones de lograr un país donde no se juzgara a la gente por el color de su piel, sino por su carácter.

Las lágrimas incontenibles del líder de los derechos civiles Jesse Jackson se convirtieron la noche del martes en el símbolo de la emoción y orgullo de los afroamericanos al ver a Barack Obama, uno de los suyos, elegido presidente del país.

El histórico triunfo de Barack Obama -un desconocido hace sólo cuatro años- extendió una corriente de euforia por la población afroamericana de todo el país, que ha vivido esta campaña con la redención por su pasado de esclavitud y de segregación.

Exultantes, pero emocionados, los afroamericanos salieron a las calles de las principales ciudades del país para celebrar la victoria de uno de los suyos.

El camino no ha sido fácil para este hijo de padre keniano, al que apenas conoció, y madre nacida en Kansas, que se crió a caballo entre Hawai e Indonesia y estudió Derecho en Harvard. En su intervención ante los miles de seguidores concentrados en Chicago para celebrar su victoria, el senador de Illinois dijo que su elección es «la respuesta» a las peticiones de muchos y que refleja que «el cambio ha llegado» a los Estados Unidos. «El sueño de esta nación está vivo», dijo.

Con una campaña electoral planeada al mínimo detalles, metódica y serena, Obama pudo con facilidad con su contrincante, el senador republicano John McCain, que intentaba por segunda vez llegar a la Casa Blanca.

Con su mensaje de cambio y de unidad, Obama convenció al país de la necesidad de iniciar una nueva era en la que Estados Unidos recupere su esplendor económico y su peso internacional.

En una verdadera catarsis frente al actual Gobierno republicano, los demócratas ganaron en la mayor parte del país, en lo que se ha interpretado como un completo rechazo a las políticas impopulares del presidente George W. Bush.