Al menos 46 personas murieron ayer en Irak y 242 resultaron heridas en cuatro atentados registrados en su capital, Bagdad, y cerca de la ciudad de Mosul, que hacen revivir temores de que el país caiga en una peligrosa espiral de violencia sectaria.
Los atentados más graves se registraron cerca de Mosul, unos 400 kilómetros al norte de Bagdad, donde, según fuentes policiales, perecieron al menos 30 personas y otras 160 resultaron heridas por la explosión de dos camiones-bomba.
Las explosiones tuvieron lugar cerca de una mezquita chií de la villa de Jazna, a 20 kilómetros de Mosul. La fuerza de la explosión fue tal que destruyó unas 40 viviendas, según las fuentes policiales.
En Bagdad, las dos bombas que estallaron en dos lugares distintos del suroeste de la capital estaban dirigidas contra jornaleros que buscaban trabajo. Una de ellas mató a nueve personas y causó heridas a 36, y en la otra hubo siete muertos y 46 heridos.
Al Qaeda
Las zonas capitalinas donde se produjeron estos atentados están habitadas por iraquíes de mayoría chií.
Ningún grupo se declaró autor de las explosiones de ayer, pero las sospechas apuntan a grupos insurgentes vinculados con Al Qaeda, responsables de los más graves atentados de los últimos meses.
Las bombas que estallaron en el transcurso de la pasada jornada se suman a las que hubo el viernes frente a un centro religioso chií cerca de Mosul, que se saldó con 38 muertos y 267 heridos, según un saldo de víctimas revisado en las últimas horas por fuentes policiales. Esta ola de atentados se produce después de que a finales de junio las tropas estadounidenses destinadas en Irak pasaran a manos iraquíes la seguridad de los centros urbanos, para concentrarse en las operaciones del interior del país.
Desde esa retirada parcial, dos centenares de iraquíes han muerto en distintos atentados, incluyendo los 38 que perecieron en la norteña ciudad de Talafar, el pasado 9 de julio, y las 29 personas que fallecieron en varios ataques contra mezquitas chiíes de Bagdad, el 31 de julio.
Este rebrote de la violencia, que ha afectado fundamentalmente a los chiíes, que son mayoría en Irak, hace temer el regreso de la violencia sectaria que entre 2006 y 2007 estuvo a punto de arrastrar al país a una guerra civil.
«Hay partidos y fuerzas políticas que defienden el sectarismo y que están detrás de estos ataques», afirmó el analista político Raed al Aaburi, sin citar a grupos políticos específicos.
«Quieren usar el miedo y el deterioro de la situación de seguridad para que el ciudadano iraquí vuelva a la trinchera del sectarismo», agregó.
Algunos como Azil al Nayifi, gobernador de la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul, creen que detrás de esos ataques en esa región hay grupos kurdos, que dominan el norte del país y que han sido acusados por otomanos y árabes de afán de expansión.
Las explosiones de ayer se registraron un día después de que el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, pidiera a la población no caer en la tentación del sectarismo y unirse en un esfuerzo nacional de reconstrucción.
«Estamos en un momento que requiere la unión de todos los esfuerzos para construir el país», afirmó Al Maliki. «No vamos a permitir el regreso una vez más de la violencia sectaria», añadió.
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