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Al menos 41 personas, la mayoría civiles, murieron ayer y otras 45 resultaron heridas en un nuevo atentado suicida registrado en el norte de Pakistán, tan sólo un día después de que el Ejército pusiera fin a un asalto talibán a su cuartel general de Rawalpindi, cerca de Islamabad.

El ataque tuvo lugar en las proximidades de un mercado del distrito de Shangla, situado en la Provincia de la Frontera del Noroeste (NWFP), e iba dirigido contra un convoy que pasaba por un puesto de control.

El ministro de Información provincial, Mian Iftikhar Hussain, cifró en 41 los muertos y en 45 los heridos a causa de la explosión, según el canal de televisión privado Dawn.

Los heridos fueron trasladados a un hospital cercano y las fuerzas de seguridad acordonaron la zona y decretaron un toque de queda para investigar el atentado, informaron distintos medios paquistaníes.

Según Hussain, doce de los heridos se encuentran graves, mientras que seis de los fallecidos eran soldados.

Shangla forma parte de la división de Malakand, donde el Ejército dio por concluido en julio el grueso de una gran operación contra los insurgentes, cuyo escenario principal era el valle de Swat, aunque aún se registran frecuentes combates con los talibanes en la zona.

Pero el ataque más audaz fue el protagonizado el sábado por un comando talibán de diez hombres contra el cuartel general del Ejército en la ciudad de Rawalpindi, que las fuerzas de seguridad tan sólo pudieron abortar más de veinte horas después de su inicio.

El movimiento Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), que aglutina diversas facciones talibanes del país, ha reivindicado este asalto, que incluyó la retención de 42 personas y causó una veintena de muertos, entre ellos nueve de los integristas y tres rehenes.

En una rueda de prensa en Rawalpindi, el portavoz militar, Athar Abbas, aseguró ayer que el asalto fue organizado desde el principal bastión talibán en Pakistán, la región tribal de Waziristán del Sur, donde el Ejército lleva meses planeando una gran ofensiva.

Según el canal Geo, Abbas explicó que el objetivo de los insurgentes era tomar como rehenes a altos mandos militares para pedir la liberación de integristas encarcelados.