El enfrentamiento entre países ricos y en desarrollo sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, característica de los primeros once días de negociaciones, dio paso a una fase más dialogante, gracias a dos documentos sobre la reducción de las emisiones hasta 2050.
El presidente de la cumbre, el primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, aceptó la petición del grupo G77 de relanzar las negociaciones partiendo del Protocolo de Kioto, el documento firmado en 1997 que regula las emisiones para 37 países industrializados hasta 2012. Poco después, una propuesta de la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, levantó los ánimos, muy decaídos hasta entonces en la mayor reunión celebrada sobre el cambio climático, que ha atraído a 46.000 personas de todo el mundo.
Contribución de EEUU
Clinton explicó que EEUU contribuirá al «esfuerzo global» de los países ricos de destinar 100.000 millones de dólares (70.000 millones de euros) anuales a partir de 2020 para combatir el cambio climático, aunque en el contexto de un acuerdo que obligue a todos. A partir de este momento sucedió algo inédito: comenzaron a circular mensajes de bienvenida de ONG hablando de un giro positivo de los debates.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, afirmó que un fracaso en las negociaciones de la cumbre del cambio climático de Copenhague «será una catástrofe para todos» para luego salir en defensa de un acuerdo y convocar a todos sus colegas a una cita nocturna fuera del protocolo. El objetivo es que hoy, cuando llega el presidente Obama a la clausura de la cumbre, se presente un documento que pueda ser aceptado y salvar la reunión.
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