Pero frente a las exageradas expectativas del encuentro celebrado el pasado mes de diciembre en el país nórdico, muchos analistas anticipan que, gracias al bajo perfil del encuentro en la ciudad mexicana, es posible que exista el suficiente margen de maniobra para sentar las bases de un futuro tratado sobre la protección del medio ambiente, que por fin sustituya de manera efectiva al alcanzado en Kioto.
«Cancún me deprime un poco», lamenta no obstante el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, uno de los más acérrimos proponentes de la lucha contra el cambio climático, un problema que, a su juicio, «no sólo no desaparece, sino que cada vez va a peor». En este sentido, los datos revelados este sábado por la Organización Meteorológica Mundial son claros: los niveles de concentración en la atmósfera de los gases causantes del efecto invernadero han alcanzado su nivel más alto desde el inicio de la Revolución Industrial.
Transición
Los participantes perciben a Cancún como un encuentro de transición entre Copenhague y el que se teme podría ser la reunión «definitiva» sobre cambio climático: Durban, concebida como la última oportunidad para entablar una estrategia común para la protección del medioambiente. Si fracasa la reunión de diciembre de 2011 en Sudáfrica, es posible que los países comiencen a desarrollar estrategias unilaterales, bilaterales como mucho, y sin ningún tipo de consenso internacional. El año pasado, por poner un ejemplo, China comenzó a contemplar la posibilidad de desarrollar un marco legislativo propio en la lucha contra el cambio climático; y este año, Noruega ha prometido a Indonesia unos 1.000 millones de dólares a cambio de detener las emisiones contaminantes producida por la tala de árboles en el país asiático.
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