Hace justo dos años, el hombre fuerte del régimen de Hosni Mubarak, Omar Suleiman, pronunció la frase que hizo estallar de júbilo a Egipto. El contraste con el ambiente que ayer se respiraba en este mismo país no puede ser más agudo.
La plaza Tahrir de El Cairo, el lugar que entonces concentró los anhelos de millones de egipcios que deseaban libertad y dignidad, reunióa yer a miles de personas en una nueva protesta, en esta ocasión contra el presidente del país, Mohamed Mursi, y los Hermanos Musulmanes.
En una atmósfera derrotista y reivindicativa, los egipcios que se acercaron en varias marchas a este lugar y al Palacio Presidencial (muchos menos que en reciente convocatorias) aseguraron defender la llama de la revolución frente al poderoso grupo islamista, al que acusan de pretender aferrarse al poder.
Crisis económica
La desesperanza, azuzada por la galopante crisis económica que sufre el país, se reflejaba en la mayoría de rostros y en los discursos de los manifestantes.
«Pensamos que los Hermanos Musulmanes impondrían justicia, pero no lo hicieron. Al rico lo han hecho más rico y al pobre lo han pisado. ¿Es esta la justicia social? Si Hosni (Mubarak) nos sumió en la desgracia (durante) 30 años, un año de gobierno de Mursi equivaldrá a 50 años de desgracia», dijo a Efe el joven Gamal Gafar.
De acuerdo al Ministerio del Interior, las marchas eran en un principio pacíficas, aunque una minoría comenzó a retirar las alambradas instaladas en las entradas del palacio y a lanzar piedras hacia el edificio.
Pero los egipcios han comenzado a acostumbrarse a las largas noches de caos y destrucción.
Desde que el pasado 25 de enero -con motivo del aniversario del inicio de la revolución- se registraron las primeras escaramuzas, han muerto más de 60 personas y raro es el día en el que una manifestación no acaba en disturbios.
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