La secta, que mezclaba la meditación budista e hindú con enseñanzas apocalípticas, llevó a cabo una serie de crímenes, entre otros uno con gas sarín en el metro de Tokio durante la hora punta en marzo de 1995.
El sarín es un gas nervioso que fue originalmente desarrollado por los nazis. En el ataque murieron 13 personas y al menos 5.800 resultaron heridas, algunas de forma permanente.
Chizou Matsumoto, el exlíder de la secta que también era conocido como Shoko Asahara, ha sido el primero en ser ahorcado. El ministerio de Justicia japonés ha confirmado la ejecución de los siete miembros.
«Pienso que está bien que hayan sido ejecutados», ha señalado Shizue Takahashi, cuyo esposo era un trabajador del metro que sacó un paquete de sarín del tren y murió como resultado.
Las ejecuciones no son comunes en Japón, pero según las encuestas la mayoría de la gente apoya la sentencia de muerte. Por su parte Amnistía Internacional ha señalado que la justicia exige rendición de cuentas, pero también respeto por los derechos civiles.
«La pena de muerte nunca puede ofrecer esto, ya que es la última denegación de los Derechos Humanos», ha manifestado el investigador de AI de Asia Oriental, Hiroka Shoji.
3 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
tanta sort ( o quina llàstima) que en jorge campos no és de japó perque li haguessin fet sa pell
... la religión no está nunca exenta de responsabilidad... tampoco en ésta noticia... las creencias descerebradas, por muy organizadas que estén, son peligrosas para la sociedad...
Hay quien piensa que las ejecuciones están bien, otras que no, algunas solo en el porque, etc. Cuando se cumplen condenas de muerte , solo en el ejecutado con un sin fin de cuestiones. Pero ¿ En la gente que murio en tener ninguna culpa? En sus familias que los han perdido. . La muerte nunca es buena, pero aveces prevenir que asesinos vuelvan a matar y queden en el olvido, es tranquilidad para los familiares de los asesinados por ellos. siem,pre decimos para que no vuelva a ocurrir.