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El president, Jaume Matas, ha estado estos días en Atenas participando en una cumbre medioambiental en la que seguramente sus ideas han sido escuchadas con atención, dado el revuelo que ha provocado últimamente con sus polémicos planes de ordenación turística y urbanística.

Y a eso precisamente se ha referido en una noticia que saltó ayer a los titulares de los diarios. El Govern que preside ha decidido fijar el techo máximo poblacional para nuestras Islas en 1'72 millones de personas. Que son muchas personas, a priori.

Pero vayamos por partes. Actualmente la población total de derecho de Balears se sitúa en torno a las 770.000 personas, unas 610.000 de ellas en Mallorca. Si de estas cifras pasáramos a los casi dos millones que plantea Matas necesitaríamos más que duplicar la actual población con personas, evidentemente, llegadas de fuera en un breve lapso de tiempo.

Esta noticia, planteada así, puede asustar a más de uno. No por racismo, ni por xenofobia, sino por un lógico temor a una crisis económica y por miedo a perder una identidad cultural propia.

Pero no es necesario asustarse. Las cosas no son así y deben explicarse con claridad. Cuando el Govern habla de 1'72 millones de habitantes se refiere a la capacidad que tendrá Balears a corto plazo para albergar personas. Es decir, para dar alojamiento a los residentes "nosotros" y a los turistas, que vienen por millones cada año a las Islas. Y en la actualidad Balears está capacitada para alojar a 1'3 millones de personas, por lo que sólo se admitirá un incremento de 400.000 personas en diez años.

Quizá vistas así las cosas parezca un alivio. Pero también hay que pensar que 400.000 personas más en una población que no llega a 800.000 es más del cincuenta por ciento de crecimiento. Y eso, en un territorio limitado, escaso de agua, que antaño fue paradisíaco y hoy no lo es tanto, es, a todas luces, demasiado.