Francisca Cantallops se siente engañada por la Comissió de Benestar
Social del Consell de Mallorca que, después de acoger en su casa,
con posibilidad de adoptar, a dos niñas (de 9 y 7 años) durante
tres años, e incluso de asumir la tutela de las menores, se las ha
quitado sin dar ningún tipo de explicación.
Francisca considera que la Administración ha jugado con los
sentimientos de ella y de su familia porque, aunque es consciente
de que la mayor de las niñas era muy problemática y tenía fuertes
celos de su hermana menor, «se las llevaron diciéndome que era por
un mes, para ver cuál era su comportamiento, pero fue pasando el
tiempo y no nos decían nada. Llamábamos por teléfono y no nos daban
información. Pedíamos visitar a las niñas y no nos dejaban. Así
llevamos desde marzo. Lo último que nos dijeron es que,
posiblemente, al cabo de un año podrían volver a casa.
Mi hija Paula, que echaba mucho de menos a la pequeña, insistió
para verla y tuvo que hablar primero con un psicólogo para ver si
era apropiado que la visitara o no», explica Francisca, a lo que
Paula añade: «Pedí permiso a Menores y me autorizaron a ver a la
pequeña, pero a mis padres no».
Francisca afirma que se siente «impotente» y no entiende qué ha
podido hacer ella para que no le dejen ver a quienes consideraba
sus hijas.
Reconoce que la mayor había llegado a un punto en que su
comportamiento era negativo, ya que algunas veces tenía fuertes
discusiones con ella. «Un día me puse seria con ella porque no iba
bien en los estudios y parecía que estaba resentida conmigo, porque
decía que yo siempre la reñía a ella "explica Francisca". Me
insultaba, con insultos muy fuertes, y me decía que si ella se iba
de nuestra casa se llevarían también a su hermana. A partir de ahí,
teníamos peleas muy a menudo con la mayor porque decía que se iba a
escapar del colegio y me hacía chantaje moral diciendo que hablaría
muy mal de mí. Ante este situación y, dado que a Paula la tenían
que operar, que debería pasar un tiempo en la clínica y que yo no
era posible dejar a las dos niñas en casa por sus peleas continuas,
pedí que viniera una asistente social para plantearle el problema y
para que encontrara un centro donde estuviera la mayor hasta que
dieran de alta a Paula. Sin embargo, me aseguraron que si llevaban
a un centro a la mayor también lo harían con la pequeña, porque
tenían que estar juntas».
Francisca Cantallops declara que, a la vista del comportamiento
de la mayor, mientras ésta estaba en un centro, su familia podría
haber acogido a la pequeña, que desde el principio se había
adaptado estupéndamente. No obstante, asegura que se negaron, a
pesar de que en una ocasión le propusieron quedarse sólo con la
mayor. Francisca no entiende la arbitrariedad con que actúa el
Consell y por qué han permitido que el hermano pequeño de estas
niñas esté en acogimiento en una familia diferente y, en cambio,
ellas tienen que estar forzosamente juntas, o en una familia o en
un centro.
Paula, que ha visitado varias veces a la pequeña en el colegio
durante el recreo, comenta que ésta le cuenta que les echa de menos
y que quiere volver a casa. «La verdad es que estamos muy tristes
porque las queremos mucho, no las olvidamos y desearíamos que
estuvieran con nosotros», asegura Paula.
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