Durante los dos últimos años, ser mallorquinista ha resultado la
cosa más sencilla del mundo. Un amparo económico "que no solidez"
suficiente como para trazar planes ambiciosos, una gestión
razonable, en líneas generales, y los éxitos deportivos derivados
de todo ello han llevado al Real Mallorca a alcanzar entre la
sociedad de la Isla unas cotas de popularidad realmente insólitas.
Todos nos hemos entusiasmado con ese Mallorca alineado entre los
más grandes, finalista europeo y, en principio, asentado
definitivamente en la Primera División del fútbol español. Una
afición tradicionalmente fría ha vibrado con el equipo y ha acabado
por dar respaldo "ahí está el aumento en el número de socios" al
club.
Circunstancias que en conjunto permiten ahora, cuando nos
enfrentamos a una importante decepción, mantener un estado de ánimo
tranquilo y no exento de esperanza. Y a la vez invitan a una
reflexión relativa a lo que antes se hizo muy bien y ahora tal vez
se está haciendo algo menos bien, siempre llevada a cabo con la
intención de mejorar en todo lo que se pueda. Cierto que el no
jugar la Liga de Campeones supone una seria frustración; cierto
también que el primer compás "puesto que sólo de eso se trata" de
la Liga española ha resultado algo decepcionante. Pero queda una
Copa de la UEFA y mucha Liga por delante.
Los más pesimistas podrán argumentar con razón que quizás se ha
fichado con peor criterio que en los últimos años, que se están
empezando a advertir en el seno de la directiva algún que otro
personalismo estéril o que se registran errores administrativos
"ahí tenemos esa extraña situación contractual del entrenador" que
hubieran sido fáciles de subsanar. Enderezar ese mal rumbo es aún
posible. Y para hacerlo se requiere energía y fe en un proyecto. A
los otros, a los que aún se esfuerzan en mantener su optimismo,
cabe decirles que, en efecto, existen razones para el mismo, que el
Real Mallorca está donde no había estado nunca en toda su historia
y que si finalmente se ha de producir una rebaja en las
expectativas, tampoco es algo tan grave.
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