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Aunque a primera vista pueda parecer increíble, sólo hace diez años que las Naciones Unidas aprobaron una Carta de los Derechos de la Infancia y, claro, en tan breve lapso de tiempo, son aún muchas las naciones que no la han ratificado y muchas más las que la incumplen. Por eso celebrar este tipo de efeméride tiene siempre una cara y una cruz y si debemos felicitarnos por el mero hecho de tener un documento de este tipo "pensemos que la Declaración Universal de los Derechos del Hombre ha superado ya los cincuenta años", también tenemos que deplorar que hasta hace una década no se considerara a los pequeños como sujetos de derecho.

En ocasiones así la prensa suele llenarse de dramáticas imágenes que nos muestran las atrocidades a las que son sometidos diariamente millones de niños y niñas de todo el mundo, especialmente en los países más pobres. Pero eso, aparte de agitarnos la conciencia y la digestión, tiene poco efecto práctico. Ahora mismo el padre Vicente Ferrer acaba de hacer unas declaraciones en las que anima a los mallorquines a apadrinar niños indios para mejorar su calidad de vida.

Sin duda es una propuesta loable, una acción inmediata que puede, efectivamente, solucionar algunos de los enormes problemas a los que se enfrentan los más desfavorecidos. Pero el padre Vicente Ferrer también opina que no es suficiente. Y menos en un país de las características de la India, que se olvida de las clases bajas de una sociedad condenada a la miseria por una religión basada en las castas y, en cambio, demuestra su injusticia dedicando miles de millones al desarrollo de la capacidad nuclear.

Ante hechos como éstos, nosotros, los que vivimos bien, siempre podremos poner un parche que alivie un poco la dura vida de otros, pero no olvidemos que cambiar el rumbo de la historia está en manos de los que gobiernan y ellos, al parecer, no tienen el menor interés en acabar con la pobreza.