Los grupos terroristas corsos anunciaron ayer una tregua
indefinida, hecho éste que se produce después de que una
representación de 28 cargos electos de Córcega, entre ellos también
radicales independentistas, fueran recibidos por el primer ministro
francés, Lionel Jospin. Y el anuncio coincide con el
desbaratamiento por parte de la Guardia Civil de la acción que
pretendía llevar a cabo ETA con dos furgonetas bomba que iban a
estallar simultáneamente en enclaves diferentes, según anunciaba
ayer el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja.
En primer lugar, el hallazgo de los explosivos por parte de las
fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no hace sino confirmar
que ETA siempre cumple sus amenazas y no debemos olvidar que la
banda anunció el fin de la tregua. En segundo lugar, cabe,
obviamente, felicitar a los cuerpos policiales por la labor llevada
a cabo, que, sin duda, supone haber frustrado una de las más
importantes acciones sangrientas que pretendían llevar a cabo los
violentos. Y es evidente que son ellos los que están fuera de las
reglas y del juego democrático de todos.
Dadas estas circunstancias, es obvio que el Ministerio del
Interior no puede bajar la guardia y que de estos asesinos puede
esperarse cualquier cosa. Sin embargo, debemos recordar que en
pleno proceso de paz de Irlanda se cometió un grave atentado, en el
que perdieron la vida, entre otros, algunos españoles, pero eso no
fue suficiente para cercenar el camino emprendido.
Es por ello que, con todas las cautelas posibles, aún puede
quedar un resquicio a la esperanza, aunque reemprender el camino
hacia la pacificación requerirá de un enorme esfuerzo por parte de
los demócratas para que los foros utilizados sean los políticos y
los violentos sean aislados.
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