Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea reunidos
en la cumbre de Lisboa quieren avanzar hacia el objetivo del pleno
empleo. Precisamente para ello se habla de la necesaria adecuación
de las estructuras productivas a las nuevas tecnologías, algo
básico en el mundo actual si se quiere realmente competir con
potencias económicas como los Estados Unidos. Pero también se
contempla la flexibilización del mercado laboral, algo que, sin
duda, debe hacerse desde el acuerdo con los agentes sociales,
sindicatos y organizaciones empresariales, para evitar conflictos
que perjudicarían notablemente cualquier avance en este
sentido.
Y, claro está, debe darse la liberalización de determinados
mercados en los que hasta ahora ha estado presente el monopolio o
la dependencia de los fondos públicos. Todo ello para favorecer una
mayor competencia, de modo semejante a como ocurre en EE UU, modelo
de referencia a la hora de plantear el crecimiento económico.
Ahora bien, los líderes de la Unión Europea quieren hacer todo
esto con el mantenimiento de los avances conseguidos hasta el
momento en materia de protección social, y esto requiere de un
complejo estudio que no puede ampararse en el modelo
norteamericano, mucho menos avanzado en este último campo. Es
evidente que convendría eliminar la lacra del paro, que afecta en
Europa a un 10 por ciento de la población activa, pero esto debe
lograrse, en principio, sin caer en la tentación de aumentar los
puestos de trabajo con la creación de empleos precarios. Se trata,
pues, de una labor compleja que requiere de muchos acuerdos, pero
que es preciso llevar a cabo si se quiere construir una Europa
fuerte que sea un referente en los mercados internacionales.
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