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¡Y es que esto no se haceeee! Es como si a Montserrat Caballé le enseñaran una caja de Biomanán en el camerino, antes de emitir sus gorgoritos: su sistema nervioso se desestabilizaría de tal manera que no sería capaz ni de entonar La Parrala.

Me han contado las Grandes lenguas de doble filo que la cosa se gestó ya hace días, cuando Ismael in person, aprovechando que Mabel Misericordiae estaba haciéndole el boca a boca a una gallina sofocada por los calores de la canícula y los demás se daban masajes en la planta de los pies, forzó con la caja de seguridad del baño, donde Ania guardaba bajo siete llaves la laca de uñas, la piedra pómez para quitarse una costra románica que le había salido en el dedo meñique del pie izquierdo y la caja de los tintes, con los colores del parchís. El gaditano, con la probeta de la Señorita Pepis en mano, realizó una complicada mezcla de precisión y volvió a colocar astutamente el tinte en su sitio.

Total, que al cabo de un tiempo Ania, toda ilusionada, se aplicó un plis llamado Trigos maduros de los campos de Lepe y esperó un ratito, con la esperanza de que en sus cabellos refulgiesen paulatinamente los tonos de las espigas ondeantes al viento pero, cuál no sería su sorpresa al comprobar que poco a poco iban apareciendo cromatismos de los pimientos de Pòrtol. Ismael, que actuaba compinchado con el pérfido Iván, pretendía anular la capacidad interpretativa de Ania con el tremendo shock.