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La abuela Hot descubrió nuestra isla hace 18 años con un viaje de la tercera edad. Desde entonces ha sido fiel a Mallorca y ha conseguido contagiar a sus familiares esta admiración por la tierra. Generación tras generación se han ido pasando el pequeño legado.

La familia de franceses Hot-Lesur confiesa estar «locamente enamorada de los paisajes mallorquines». Los seis miembros de esta familia coinciden en afirmar que la mayor atracción de Mallorca, desde su personal punto de vista, son las calas: «Hay muchas playas, pero casi todas están llenas de gente, en cambio puedes encontrar una buena cala donde esconderte». El agua cristalina y la arena blanca difieren bastante de las playas que habían conocido anteriormente.

La gente insular les parece encantadora, aunque confiesan que hay algún que otro comerciante que se aprovecha bastante de los turistas. «En ocasiones algunos dependientes no son muy simpáticos, te atienden de mala gana e incluso intentan estafarte», afirman. A pesar de esta crítica, los Hot-Lesur muestran su satisfacción con el trato que les dan los mallorquines en general, sobre todo el personal del hotel en el que se hospedan desde hace ya varios años.

«Demasiada polución, muy calurosa y con mucha gente recorriendo sus calles». Así es como describen Palma, una ciudad que no invita a la relajación y al descanso. Realizan visitas esporádicas a distintos puntos de la geografía mallorquina, pero se muestran reacios a dejarse ver por la ciudad porque, según ellos, «les agobia». En cambio, la Platja de Palma es uno de los lugares que más les gusta, para ellos es sinónimo de «fiesta, pero al mismo tiempo de tranquilidad».