«Los hoteleros de s'Arenal están reciclando sus piscinas en
'biergardens'; ellos y los discotequeros quieren echarnos de la
zona pero no lo conseguirán», afirma, muy convencido, el presidente
de la Asociación de Biergarden del Arenal, Julián Oliver. «Todo
esto (la polémica surgida en el popular Balneario 5 por la orden de
Cort de apagar la música a las 12 de la noche, que degeneró esta
semana en una auténtica revuelta popular protagonizada,
especialmente, por turistas alemanes) no es más que un conflicto de
intereses», subrayó. «Pero vamos a luchar por aquello que tanto nos
ha costado crear».
En medio de una de las ruidosas protestas celebradas esta semana
en la plaza de Cort, Oliver eleva el tono de voz para hacerse
escuchar: «Todo esto está hecho con muy mala fe, porque han
esperado el momento clave del inicio de nuestra temporada alta, que
empieza en septiembre y acaba los primeros días de octubre. Son 40
días, nada más, que sostiene nuestro sector y el empleo de 500
personas».
«Calle del jamón», «Biergarden», ¿qué fue primero?. Toda una
auténtica industria de juerga con acento alemán creada en el
Balneario 5 de la Platja de Palma empezó hace 25 años con un
chiringuito que se llamaba «Pancho Chips». Corren a raudales litros
de cerveza y marcos, en una 'mina de oro' urbana que no tiene
parangón en otra zona vacacional europea.
Cada semana, los alemanes se reúnen en sus clubes repartidos por
toda la geografía germana y van juntando dinero para sus
vacaciones, no más de cuatro, cinco días donde se lo pasan
fenomenal. «Jamás ha habido un incidente en alguno de nuestros
locales y reto a cualquier jefe de policía a que diga lo contrario.
Los biergarden empezaron a crecer por la demanda. Tenemos amplias
terrazas y muy poco hormigón, mucho verde, para justificar el
nombre de 'jardín de cervezas'. Éste es un fenómeno porque la gente
va donde le gusta».
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