Neus Roig celebra con cava el haber dado la suerte a centenares de mallorquines. Foto: S.A.

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J.AGUIRRE/P.PRIETO/J.AGUILÓ Los numerosos palmesanos agraciados con el segundo premio de la lotería de Navidad festejaron, durante todo el día de ayer, la suerte. La dueña de la administración número 20 de Palma, Neus Roig, entre emoción e histeria colectiva colocaba el cartel del «vendido aquí» y descorchaba una burbujeante y espumosa botella de cava. La alegría era la nota predominante en la barriada de La Paloma, donde mucha gente se pudo hacer con uno de los 200 décimos vendidos en la ventanilla, pero pocos fueron los que aparecieron por la administración, donde ya esperaban "ávidos de clientes" algunos agentes de banca.

Las clientas de una de las peluquerías de la zona, en concreto Gym Marte, propiedad de Teresa Gascueña fueron afortunadas con alguna de las noventa papeletas que la propia dueña repartió entre sus clientas. La propia Teresa, sin embargo, no se quedó ninguna de esas papeletas ya que la suya la regaló la noche anterior al sorteo. El Mercat de Pere Garau fue otro de los lugares en donde la incertidumbre se «apoderó» de los clientes y de los distintos puestos al correr la noticia de que había tocado a mucha gente de la zona.

Neus Roig estaba contenta y nerviosa, y no era para menos, pues había repartido 2.880 millones de pesetas, «ha venido un señor a enseñarnos los décimos y se ha ido corriendo», señaló con buen humor. La serie premiada la había vendido en su totalidad, así que no se quedó con ninguno de los décimos premiados. Roig tiene sólo 25 años, y lleva como propietaria de la administración dos años. Su padre, Gabriel Roig, ha estado 18 años al frente de la misma. «420 millones ha sido lo máximo que he dado. Fue en un sorteo ordinario. Palma tiene mucha suerte estos últimos años, pero la verdad es que se vende más lotería que en otros sitios».

«Tengo un décimo, así que creo que me tocan 14 millones. Estoy contenta porque nos ha tocado a todos los hermanos, incluida mi madre. Curiosamente, no compramos a mi madre ningún décimo, así que ella sola fue a comprar un décimo, pidió uno que terminase en siete y le dieron el mismo que a nosotros», señaló Soledad Parda.