Tras la muerte de un guardia urbano a manos de ETA, numerosos
colectivos se han lanzado a suscribir el pacto contra el terrorismo
ideado por Partido Popular y socialistas y denostado por los
nacionalistas, especialmente los vascos. Pero ayer ocurrió un hecho
que ha vuelto a llamar la atención de quienes observan la situación
con la esperanza de que estos movimientos "más gestuales o
simbólicos que efectivos" conduzcan a algo positivo en la lucha
contra los asesinos. Hasta ahora los nacionalistas catalanes se
habían mostrado reacios a adherirse al acuerdo PP-PSOE como
demostración de afecto y respaldo a sus homólogos del País Vasco,
que se sienten despreciados en ese documento.
Las últimas muertes acaecidas en Cataluña "Ernest Lluch, el
concejal popular y el policía" pusieron a CiU contra las cuerdas y
todo parecía indicar que cedería a la presión y se uniría a los
grandes partidos nacionales. Pero ayer se produjo algo inesperado,
la reacción espontánea de doscientos intelectuales, artistas,
periodistas y profesores universitarios, que han elaborado un
manifiesto «por el diálogo, la paz y la libertad». Una especie de
respuesta al texto político "que opta por circunscribir
estrictamente al marco de la Constitución y el Estatuto de Gernika
las acciones contra ETA" y que viene a resaltar la importancia
vital del diálogo para lograr la paz. El manifiesto condena la
violencia y defiende el derecho a la vida y a las libertades
democráticas por encima de «otras consideraciones, como el
mantenimiento del actual marco legal», lo que equivale a abrir las
puertas a una hipotética y futura modificación de la Carta Magna si
con ello se soluciona el conflicto.
Se trata, en definitiva, de una visión diáfana del problema que
trae una bocanada de aire fresco a una cuestión demasiado viciada
por la política.
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