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Estamos en el umbral de 2001. Porque si no se produce un cataclismo, mañana, a medianoche, asistiremos al fin de año, de siglo y de milenio... incluso los que celebraron estos dos últimos tránsitos ahora hace un año. ¡Cómo pasa el tiempo, eh! Y no lo decimos por lo rápido que nos ha parecido a muchos el transcurrir del año 2000. Pero, ya ven. Lo hemos superado. Y dentro de nada estaremos con la calculadora en la mano transformando pesetas en euros, y con calderilla en el bolsillo, pues en el año 2002 es cuando ya, del todo, seremos europeos, compartiendo no sólo las fronteras sino también la moneda.

Pero, a pesar de la rapidez con la que transcurre un año, la de cosas, malas sobre todo, que se producen a lo largo de él. Acciones terroristas aquí y allá, guerras, conflictos, catástrofes naturales y humanas, huelgas, estafas, denuncias, desfalcos, discriminación ante la Ley, engaños, mentiras, insultos, desavenencias, ataques y contraataques, muertes en el Estrecho, crímenes pasionales, racismo, amenazas, injurias, subidas de gasolina, sustos que te da la bolsa... Porque, ¿han contabilizado la cantidad de malas noticias que da, por ejemplo, la televisión hasta llegar a las noticias buenas? No me extraña que la telebasura haya impuesto su poderío respecto a lo demás. Al menos ahí, de la mano de esa sociedad casposa creada por algunas televisiones privadas, disipas la tensión.

Si por nuestra parte fuera, evitaríamos todo eso. No sería sencillo, pero bastaría con que todos nos pusiéramos de acuerdo, sobre todo los políticos. Mientras eso ocurre, a modo testimonial hemos reunido a catorce ciudadanos mallorquines, o residentes en la Isla, al lado del Belén o el árbol de Navidad, copa de cava en la mano, y les hemos pedido que pensaran un deseo para 2001. Seguramente todos han coincidido en pedir paz y salud por encima de las demás cosas.

Y helos ahí. Ellos son Tumy Bestard y Olga; Martín Mora y Maruja; Miquel Lladó, presidente de la Cámara de Comerç; Tomás Garrido, presidente de la Pimem; Monse Ferrer; Chichi Soler; Margaluz; Carlos Moyá; Matías Kühn; Carolina Ballester; Joan Bibiloni y Antoni Borràs del Barrio. Nada tienen que ver con la política, ni con los políticos. Son ciudadanos de a pie, gentes de aquí con los que a veces hemos coincidido en algún sitio de esta bendita tierra, unos más populares y famosos que otros, gentes que trabajan, que no medran, que "algunos" nos han hecho pasar momentos divertidos, otros, en cambio, de tensión y emoción y, en numerosas ocasiones, de satisfacción. En su nombre y en el nuestro, ¡Feliz 2001!