Con la llegada del año nuevo ha vuelto a producirse en nuestra
Comunitat un nuevo crimen de los que llamamos «violencia
doméstica». Esta vez la víctima ha sido una joven casada, madre de
una niña, que se cruzó en el camino de un hombre sin escrúpulos.
Nadie sabe a ciencia cierta qué pasó, pero todo apunta a una
relación tormentosa entre ambos que, como pasa demasiado a menudo,
acabó con la vida de ella y en las peores circunstancias, quemada
viva.
Quizá estamos ya acostumbrándonos a esta clase de noticias, en
parte a causa de esta «moda» televisiva de airear a los cuatro
vientos las intimidades y las truculencias de cualquiera que se
preste a ello. Y eso es algo que nunca deberíamos permitir.
Sabemos que el problema de la violencia doméstica arranca desde
muy antiguo, que está arraigado como una hiedra en los cerebros de
muchísimos hombres y que la mentalidad es quizá lo más difícil de
cambiar que existe. Pero tal vez dejamos de lado "por no echar más
leña al fuego" un hecho que resulta determinante en estas
conductas: la actitud de la mujer.
Está claro que sólo una constante e inflexible labor educativa
podrá convertir a los varones en hombres de bien, pero no
deberíamos olvidar que también en las mujeres es preciso un trabajo
ingente, que elimine de cuajo esas creencias ancestrales que le
atan a su hombre sin remedio, sin preguntas, sin escapatoria.
Son demasiados los condicionantes que llevan a una pareja a
situaciones tan penosas como ésta, por eso se hace urgente empezar
por el principio, que es proteger, poner a salvo, a las posibles
víctimas, pero sin olvidar que es necesaria la complicidad de dos
personas "del hombre brutal y sin alma, y de la mujer sumisa,
esclavizada" para que las cosas lleguen a estos extremos.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.