Pollença se volcó, un año más, en la popular fiesta del Pi de Ternelles y revivió, ayer, una de sus tradiciones festivas más arraigadas. Ni siquiera la amenaza de lluvia de un cielo grisáceo impidió el peculiar traslado del pino desde la finca de Ternelles hasta la Plaça Vella, ni hizo desistir a los pollencins y foráneos de acudir a la fiesta. Pollença debe de estar bien con los santos porque, a pesar del cielo y algunas amenazantes gotas, la lluvia no se convirtió en nada serio y, tal y como manda la tradición, el popular pino quedó finalmente plantado en la Plaça Vella, donde los jóvenes más atrevidos de la localidad se retaron a treparlo.
Mallorca celebró Sant Antoni
Las tradicionales «beneïdes» se realizaron en distintos puntos de la isla
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