El Mercat de l'Olivar cumple sus bodas de oro. El 28 de enero de 1951 se inauguró este monumental edificio en el centro de Palma, orgullo de los más veteranos vendedores, que, afirmaron, «ha representado toda su vida». Con la colaboración del vendedor de frutas jubilado Miguel Gelabert Deyá, contactamos con quienes habían vivido, a pesar de su corta edad, dicha inauguración y con las generaciones de vendedores fundadores retirados o fallecidos que tuvo el mercado.
Entre los que regentan puestos de frutas y verduras está Sebastián Escalas, sucesor de Mateo Escalas, quien a la edad de 11 años ya ayudaba en el puesto. «El comienzo fue difícil porque había competencia con las Avenidas, así como ahora con los grandes supermercados», afirma. Miquel Bestard Cañellas, señala: «Estoy aquí desde que abrió el mercado. Iba al colegio y ayudaba a mi padre, que procedía del mercado del Banc de s'Oli. Creo que con la reforma prevista se ambientará algo más. Hay que renoverse y potenciarlo. La gente quiere caramull y elegir, si no ya no es un mercado». Siguen Miquel Pomar Lucas, que empezó a la edad de 12 años; las sucesoras de Magdalena Roig, Margarita y Cati Amengual, de «Frutas del Campo», y el propio Miguel Gelabert, que ha cedido sus puestos a sus hijos Miquel y Xisco.
Gelabert recuerda que «con 10 años acudía al mercado a las seis de la mañana, hasta la hora de entrar en la escuela. Mi madre hacía la comida en el puesto en una esperitera. En los años 70 se fundó la Unión de Ususarios y formamos una junta con consejo de administración. En una ocasión vino a comprar a nuestro puesto Errol Flynn».
Magdalena Reus Feliu, del quiosco de prensa, es vendedora fundadora. Actualmente lo regenta su hija María José Crespí. En un principio su puesto era «Planteles Tano» y vendían a muchos payeses. También es fundador Antonio Verdera, de «Comercial La Rosa». Empezó vendiendo telas de llista y algodón y cambió a bazar-droguería. En el puesto de accesorios y comidas para perros está otra veterana, Catalina Pomar Garcías, que empezó ayudando en el puesto de frutas de su madre. «Ella ya 'hacía mercado' en el Banc de s'Oli y me llevaba a mí en una canasta de bebé, pues me amamantaba. Aquí conocí a mi marido, pues su padre era mayorista de frutas. A mi madre le compraba Sarita Montiel, Pepe Blanco y, una vez, Kirk Douglas.
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