Pasados al olvido los años ochenta, parecía que aquello que
bautizamos como «cultura del pelotazo» había pasado a la historia.
Pero nada más lejos de la realidad. La mentalidad que sigue
imperando hoy es la del «todo vale» ante la necesidad de «subirse
al carro» del bienestar, de la riqueza rápida,... El materialismo
lo domina todo y siempre hay quien se permite ciertas licencias con
tal de allanarse el camino del éxito.
El reciente suceso del antiguo hotel u hostal Tívoli nos obliga
a plantearnos algunas reflexiones. Ni los promotores de la obra ni
los técnicos responsables de la misma "todos ellos muy afectados
por la tragedia" se podían imaginar que podría producirse una
catástrofe. La investigación oficial que se está llevando a cabo
determinará si alguien ha incurrido en responsabilidades. Pero los
ciudadanos se preguntan si se ha actuado correctamente y si casos
como éste son habituales. Ha quedado demostrado que se estaba
reformando un hostal sin permiso de la Conselleria de Turisme, que
en junio de 2000 había catalogado el establecimiento como ruinoso.
¿Se asumió un excesivo riesgo al intentar salvar el edificio y sus
plazas hoteleras? ¿Es un caso aislado? ¿Han actuado así otros
muchos profesionales y simplemente han tenido más suerte?
En sa Pobla, otro edificio se ha derrumbado poniendo en
evidencia una situación lamentable: una docena de inmigrantes
vivían allí, hacinados, pagando un alquiler de 110.000 pesetas por
unas viviendas que no estaban en condiciones. Un abuso, a todas
luces, perpetrado por quienes saben que esos trabajadores no podrán
quedarse en nuestro país si no demuestran que tienen un techo.
Así van las cosas. Y no nos extrañemos de que vayan a peor. El
materialismo, el racismo y el enriquecimiento rápido configuran el
día a día de una sociedad que casi, casi, nos asusta.
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