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Uno podía pensar que después de «tanto control» y esperas los turistas saldrían del aeropuerto malhumorados o indignados pero, en cambio, fue todo lo contrario e incluso alguno de ellos se tomó con buen humor remangándose los pantalones antes de pisar la moqueta mojada con el bactericida. Comprendían perfectamente las medidas que se habían tomado, aunque unos más que otros creían en su efectividad, y las molestias causadas fueron sólo una anécdota en el inicio de sus vacaciones. «Toda medida es poca», compartían.

Unas vacaciones que más de uno vio peligrar como señalaba la señora Clark: «Creía que el vuelo se cancelaría debido a las medidas tomadas para prevenir la extensión de la fiebre aftosa».

David Inker ha sido granjero hasta hace poco y se quejaba de que Air Tours se había extralimitado en el avión incautándoles productos como café o latas sin abrir. También se escuchó algún reproche a la Guardia Civil por quitarles agua, chicles e incluso bolsas de té.