La noticia de que en Balears se había detectado un fraude a
Hacienda por valor de veinte mil millones de pesetas en una sola
operación ha causado estupefacción entre la mayoría de los
ciudadanos e incredulidad en los círculos financieros. Ante la
posibilidad, apuntada por algunos, de que podría tratarse de un
error, la Agencia Tributaria se ha apresurado a aclarar que de
gazapo, nada, que la cifra es exacta, aunque no puede facilitar
nuevos datos.
Así que la cifra es real, son veinte mil millones de pesetas que
alguna empresa o entidad pretendía dejar de ingresar en las arcas
del Estado. Pero ante la falta de más información, no cesan las
especulaciones y las distintas interpretaciones. Podríamos estar
ante un uso técnicamente erróneo del término «fraude fiscal». Es
decir, se podría aceptar que se trata de un fraude, tal como se
entiende a nivel popular, pero no desde el punto de vista de la
Agencia Tributaria. En este sentido, se explicaría que no se
tratase de un caso descubierto por la Inspección sino ante un caso
de «gestión tributaria». Pero sea cual sea la acepción adecuada,
entrando en una enrevesada discusión terminológica, la gran
incógnita es qué empresas de las Islas pueden manejar cifras de
negocio de tal dimensión. Y ahí se apuntaría otra hipótesis: que no
sea una empresa balear, sino una empresa nacional con intereses en
las Islas y en otras zonas de España. Los 20.000 millones
corresponderían a la «cuota-parte» asignada a Balears.
El director general de la Agencia Tributaria, Ruiz Jarabo, no
debía de ser consciente de la repercusión que tendrían sus
declaraciones en Palma. Suya es ahora la responsabilidad de aclarar
de un modo convincente la cuestión. Si Hacienda somos todos, todos
tenemos derecho a tener una información precisa y clara que evite
más confusionismo.
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