Las más pequeñas falleras abrieron la comitiva, luciendo con soltura y mucha gracia los trajes típicos de la región. Foto: C.VIERA.

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Dos semanas nos separan de las ya legendarias fallas de Valencia, pero, pese a ello, los valencianos que residen en la Isla no renuncian a la oportunidad de llevar a cabo su fiesta personal. En la tarde de ayer, y como manda la tradición, algunos de los habitantes de El Toro realizaron la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados. Eran las 18.30 horas cuando la comitiva, encabezada por los más pequeños acicalados con los trajes regionales y precedida por una impetuosa traca mayor, inició desde Port Adriano el camino hacia la parroquia de Nuestra Señora de El Toro. Los pasos de los asistentes fueron amenizados durante todo el recorrido por la Banda Municipal de Calvià, que entonó distintas piezas.

La mayoría de los asistentes eran valencianos de nacimiento, pero residentes en la Isla desde hace ya bastante tiempo. Además también se unieron mallorquines, que sienten un profundo respecto por esta celebración.

Poco más de media hora duró el trayecto. Una vez ya ante las puertas de la iglesia, los miembros de la comitiva, en su mayoría mujeres vestidas de falleras, entraron en ella en distintas fases, cumpliendo un orden estricto. Todos ellos, ramos de flores en mano, realizaron la ofrenda a la Virgen. Dos enormes maceteros redondos, situados a los dos laterales del altar, sirvieron de jarrones improvisados donde colocar las flores. La última en depositar las flores fue la fallera mayor. Este año este prestigioso título, anhelado por muchas valencianas, recayó en Isabel Salvador, que se mostró en todo momento orgullosa por su papel. Su ramo fue bastante más voluminoso que el resto y fue el encargado de presidir la ceremonia eclesiástica a los pies del altar.

Las numerosas flores que se ofrecieron a la Virgen otorgaron un toque de colorido y buen aroma a la fiesta. Con los últimos retoques en la colocación de las ofrendas, la misa dio comienzo. El párroco Francisco Caimari, con la ayuda del padre Agustín Martín, ofició una ceremonia en la que se ensalzó en todo momento la festividad que se celebraba.