La ruptura de las conversaciones con Marruecos por parte de la
Unión Europea para conseguir un acuerdo pesquero, provocó unas
declaraciones del presidente del Gobierno, José María Aznar, en las
que aseguraba que había asuntos bilaterales (importantes
inversiones o una propuesta de condonación parcial de la deuda del
país alauita) que ya no serían lo mismo. Realmente, Aznar cometió
un error muy serio al expresar una evidencia en público. Es natural
que los Estados adopten posiciones de fuerza frente a otros para
conseguir alcanzar acuerdos más convenientes para sí mismos, pero
no se pueden lanzar amenazas a través de un medio de comunicación
como si se tratara de un duelo al sol.
Es cierto que la importante flota pesquera que faena en los
caladeros marroquíes está padeciendo una grave crisis que el
Gobierno debe afrontar. Pero, al margen de las negociaciones para
conseguir una prórroga, debe hacerse frente a una reconversión del
sector, por cuanto la sobreexplotación de los recursos marinos ha
puesto a éstos en serio peligro, lo que significa que, antes o
después, los barcos que faenan en esas aguas tendrán que abandonar
las zonas de pesca habituales.
Ése es realmente el problema de fondo al que hay que poner
remedio. Y, para ello, es preciso que se aborden soluciones desde
ahora mismo. Más que alardear de que se puede poner a Marruecos
contra las cuerdas, Aznar y su Ejecutivo deberían echar mano de
propuestas imaginativas y factibles para reconvertir la economía de
las zonas afectadas por el amarre forzado de sus flotas pesqueras.
Naturalmente, esto debe hacerse desde ahora mismo para evitar
encontrarse de bruces con una situación absolutamente crítica para
muchas familias que viven de la pesca directa o indirectamente.
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