Por decimaquinta vez arrancó la romería desde el Bar Can Rigan, de la Casa Blanca, con destino a Sencelles, a fin de venerar a la Beata Son Francinaina.
Como cada año, salieron en primer lugar los de a pie, y a la media hora larga, los que iban a caballo, en carretón, en carroza engalanada con palmeras y tirada por tractor y en coche antiguo.
Desde poco antes de las siete de la mañana, que fue cuando salieron los primeros, Can Rigan era un hervidero de gente, una fiesta. Desde una mesa alargada ubicada en el exterior del bar se servía chocolate con ensaimadas. Era para hacer tiempo o para ir tomando posiciones. También se entregaban sombreros y, a algunos, cayados conmemorativos.
«¿Cómo pasan los años, eh? "exclamó Fageda recogiendo de manos del fundador de esta romería, Gabriel Regan Juan su cayado". Yo venía por aquí cuando era de la oposición, o sea que, ¡imagínate!».
Por cierto, que de la oposición municipal no había ningún representante. O al menos en la salida no se dejaron ver. Estaban, entre otros, la delegada del Gobierno, Catalina Cirer, María José Frau, Jordi Llabrés, Gaspar Oliver, Santiago Coll, el alcalde de Sancelles, Pepe Aloy, el regidor de fiestas, Toni Ferrer, etc. Todos tocados con un sombrero de paja, también conmemorativo, que les había regalado Gabriel Juan.
"¿Cuánta gente ha salido este año?
"No es fácil de saber, pues no es la gente que parte de aquí, es la que se va uniendo por el camino, entre s'Hostalot, ses Olleries, sa Cabaneta, Santa Eugènia... Yo creo que en Sencelles nos reuniremos alrededor de las mil quinientas personas, ¡muchas!, pues hace quince años sólo salimos dos, otro y yo.
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