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Antonia Dell'Atte está preocupada. Por eso ayer no fue vista en la regata, ni anteayer en la cena de La Veuve, en el Son Vida, o en el recital de Morrison, en Costa Nord, tres pasarelas que cualquier mujer como ella no puede, ni debe, desaprovechar. Sin embargo, lo hizo, ya que no la vimos en ninguno de esos lugares. ¿Por qué? Ya lo hemos dicho. Está preocupada.

No por lo del bikini ajustado que ha lucido estos días, sino porque una revista italiana ha puesto en boca suya que en España es más conocida que la reina doña Sofía, lo cual ella niega que haya dicho y, yo, que como usted y como muchos, sabemos que es una lanzada, creo que tal aseveración no la ha hecho. Vamos, pondría la mano en el fuego por ella y no me la quemaría. Por otra parte, alguien ha dicho que fue expulsada la otra mañana de la sala de prensa de la Copa del Rey, cuando realmente lo que ocurrió es que estando sentada en la escalera que conduce a dicha dependencia mientras un colega le estaba haciendo una entrevista, fue advertida que allí no podía estar, pues entorpecía el paso.

Que pasa de todo Van Morrison es algo que sabemos todos. Por eso no debe extrañar que anteanoche comenzara el concierto antes de que entraran en el Nixe el Príncipe y los duques de Palma, ni que al finalizar no fuera a saludarlos. Pidió un coche y se fue al aeropuerto. Y aquí paz y en el cielo gloria. Ahora bien, lo que no sabía era dos cosas que me contó una amiga mía que estuvo no muy lejos de ellos durante toda la actuación de Van. Que los duques de Palma se besan en la boca en público "discretamente pero se besaron en la sala varias veces", y que está claro que son los confidentes y protectores del Príncipe, a quien no dejan ni a sol ni a sombra, sobre todo ahora que se ve acosado por el asunto Sannum. Por cierto, ¿es verdad que pronto los Duques se van de crucero por el Mediterráneo?

Lo sabemos todos, que a poco que el Monarca asoma por la terraza del Club Náutico, muchos se acercan, se dejan ver por si los mira, y si los mira se acercan más y le saludan. Ayer saludó a Marlene Mourreau, que paseaba con Pepote Ballester, cuyo barco amadrinó. También saludó a la tripulación del Codorniu, con su jefa al frente. Había que verlos lo felices que estaban tras el saludo y los tres o cuatro minutitos de conversación que les dio. Y como le vi por allí, imaginé que Pedro Trapote también se acercaría, pero no.