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«Si abrímos los ojos, por primera vez en el Paseo Marítimo de Palma, sin duda, nos vemos necesitados de ver una serie de actuaciones que no se producen. Más bien son nuestros sentidos los que la recrean. Tal vez sea porque no podemos concebir un litoral de ciudad sin transeúntes paseando o tomando el sol en la playa, con bancos que miren a la carretera, esquivando tal vez lo más apasionado que tiene esta ciudad, el mar», son palabras de un joven estudiante de arquitectura, Francisco López.

Los más de cincuenta jóvenes estudiantes de arquitectura que han participado del 13 al 27 de julio en el «VI Taller de Arquitectura Illes Balears», en su mayoría procedentes de distintas universidades de la Península, han podido descubrir las ciudades de Palma y Eivissa, ciudades con una problemática de accesos y borde marítimo bastante similar.

El recorrido que han hecho los jóvenes estudiantes de arquitectura refleja lo atípico de la ciudad de Palma, una ciudad que vive junto al mar, pero a espaldas del mar. Su recorrido empieza al aterrizar en el aeropuerto de Son Sant Joan «el aeropuerto de Mallorca se conecta con la ciudad con una autopista que se transforma en Vía de Cintura y Paseo Marítimo. La primera se convierte en frontera entre Palma y el entorno que la circunda. La segunda se convierte en barrera entre la ciudad y el mar», explica el arquitecto Salvador Roig, uno de los directores del taller.

«La autopista que llega a Palma atraviesa primero un suelo rústico donde persisten, como esqueletos en un desierto de arena, o como cascos de buques destrozados por el temporal, los restos de los elementos que lo caracterizaban. La invasión de lo urbano, convirtiendo el rústico en una periferia cada vez más extendida, es cada vez más evidente», explican. Y al llegar a la ciudad se encuentran con un paseo marítimo que no es tal, puesto que lo cruza una amplia carretera con una fluida circulación. «El frente marítimo de la ciudad de Palma, ha sido transformado antropicamente y los edificios modernos se han adosado al acantilado, escondiendo las trazas de su geografía. El Paseo Marítimo se suma a esta transformación dificultando la conexión mar-ciudad, que se producía históricamente con más fluidez, a pesar de la existencia de la muralla», argumentan.