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La actriz británica Joan Collins regresó de Eivissa y amarró en Puerto Portals, en el mismo pantalán donde amarra Florentino Pérez. La acompañaba su novio, Piercy Gibson, y su hermana, más joven, que es escritora y guarda cierto parecido a ella. A primeras horas de la tarde se les unió otro joven, de edad aproximada a la de Piercy, quien, a pesar de que la Collins nos quiso gastar la broma de que era su boy, pues posó con él muy sonriente, resultó ser su hijo, al que la hermana de Joan recibió con besos y arrumacos, al final cada oveja se fue con su pareja, es decir, la Collins con Piercy y la tía con el sobrino, que unos minutos después de haber pisado el barco ya había cambiado su atuendo por otro más en consonancia con el entorno: camiseta y pantalón corto.

Aparte del tiempo que permaneció oculta en el interior del barco, una lancha de 103 pies con bandera jamaicana, Joan estuvo leyendo los periódicos, entre ellos el «Majorca Daily Bulletin», y llamando por teléfono por espacio de media hora. Se tocaba con un precioso Panamá de color blanco e iba en bañador con un pareo en la cintura que en momentos dejaba entrever unas piernas delgadas posiblemente más marcadas por el paso de los años que su rostro, perfectamente retocado.

A lo largo de la mañana numerosos turistas desfilaron por el barco. Todos sabían "lo vimos en Tómbola", que en él iba la mala de Dinastía. Pasa que no todos tuvieron oportunidad de verla, ya que Joan entraba y salía de cubierta de forma intermitente.