A los ciudadanos de Palma les preocupan muchas cosas, qué duda
cabe, pero en un lugar tranquilo, de buen clima y estable situación
económica los asuntos que se convierten en temas de máxima
inquietud son quizá los que en otros puntos pasarían a ser
secundarios. Aquí el terrorismo "por fortuna" no nos alcanza, el
desempleo es casi un recuerdo del pasado y, en este ambiente de
prosperidad, empieza a ser preocupante la llegada masiva de
inmigrantes "para los que tal vez no haya un empleo, una vivienda,
una plaza escolar, una cama hospitalaria", la presencia cada vez
más agobiante de prostitutas callejeras y la proliferación de
delitos de poca monta.
El alcalde de Palma es consciente de esa inquietud general, ha
manifestado su intención de tomar cartas en el asunto y, según
dice, se ve impotente a la hora de actuar, especialmente en las
zonas turísticas donde claveleras, prostitutas, trileros y
carteristas hacen cada verano su agosto.
Tiene razón Joan Fageda al reivindicar ciertas medidas lógicas y
comprensibles a la hora de afrontar el problema. La rapidez en los
juicios es una de ellas, la posibilidad de convertir en delito la
reiteración continua de faltas es otra, la necesidad de efectuar un
seguimiento a los menores con problemas resulta evidente... En fin,
el alcalde sabe que el panorama es muy mejorable y propone medidas
para lograrlo. No se trata de implantar un sistema policial no
sujeto a control judicial, pero sí hay que reclamar un nuevo marco
legal que permita a policías y jueces hacer correctamente su
trabajo sin estar atados a una normativa que no funciona. De una
vez por todas, hay que desterrar la socorrida imagen de los
delicuentes entrando y saliendo de las comisarías, de los juzgados
y de las prisiones para volver a las andadas a la menor
oportunidad.
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