Ana Botella, muy bronceada, sale de las cases de Morell, y tras
ella los dos perros cocker que han traido desde La Moncloa a
Menorca para estas primeras vacaciones en la isla. El presidente
del Gobierno no se encuentra, está jugando a paddle. Los servicios
de seguridad, que vigilan durante las veinticuatro horas del día la
residencia de los Aznar situada entre Maó y Fornells, se han
acostumbrado al intenso sol y la sequedad de las tanques de rostoll
en el predio de los Victory de Sintas.
Pero el jardín de Morell es un oasis de silencio, con una brisa
que invita a la conversación a la sombra de los árboles
centenarios. En el horizonte se pespuntean acebuches y lentiscos.
Ana Botella, con el vestido blanco que acentúa la calidez de su
bronceado, nos invita a charlar sin prisas.
-¿Qué esperaban encontrar en Menorca?
-Conocíamos esta isla, porque la habíamos visitado en anteriores
ocasiones, siempre por motivos de trabajo: conferencias, actos
políticos, pero nunca habíamos veraneado aquí. Lo decidimos en
junio y hemos hallado aquello que queríamos, o sea, un lugar
perfecto para el descanso, para el sosiego y la intimidad. Hemos
pasado unos días maravillosos, en familia, siempre en contacto con
la naturaleza menorquina. Nos hemos enamorado de Menorca.
-¿Lo que más le ha sorprendido?
-La luz, los cambios que experimenta durante el día; el mar, que
nunca cansa. Hemos disfrutado mucho, porque casi cada día hemos
salido a navegar, para lo que hemos tenido la suerte de encontrar
muy buen tiempo, con unas días espléndidos.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.